Los castros constituyen el modelo de hábitat en Asturias entre el final de la Edad del Bronce y la implantación romana.
El incremento demográfico y el desarrollo de unas estructuras de poder cada vez más estables impulsaron la creación de los primeros poblados fortificados como emblema de la comunidad. La sociedad se percibe fragmentada en pequeñas comunidades divididas en clanes. Durante la II Edad del Hierro se generaliza el uso de este metal y las aldeas castreñas, que mantienen su carácter autárquico, aparecen por todos los valles asturianos.
Los castros se mantienen, hoy en dÃa, como uno de los elementos más visible del paisaje asturiano.